Dormir bien es vivir mejor. 

Para el humor:

Dormir bien ayuda a reducir el estrés y a mejorar el bienestar general. Por el contrario, dormir poco aumenta la probabilidad de desarrollar depresión y trastornos de ansiedad. Existe un círculo vicioso: el ansia aumenta la agitación que nos hace dar vueltas y vueltas en la cama. El estrés y la incapacidad de dormir aumentan la producción de cortisol, que hace que el cuerpo sea reactivo y esté despierto, generando la incapacidad de relajarse y dormir. 

Para la "limpieza" del cerebro:

Durante el sueño se eliminan los desechos químicos y se introduce en el depósito de la memoria toda la información útil que se recogió durante el día. 

Para mejorar las capacidades cognitivas:

Dormir bien y por un lapso de tiempo lo suficientemente extenso permite que durante el día se disponga de una mayor capacidad de decisión. 

Para mejorar la condición física: 

Un buen sueño permite disponer de más energía durante el día. Esto puede ser especialmente importante para los deportistas: diferentes estudios han demostrado que en los atletas de distintas disciplinas los mejores resultados están relacionados con una noche de buen sueño. 

Para mantener un peso óptimo:

Se ha demostrado que después de una noche de mal sueño se tiende a ingerir muchas más calorías. Cuando se duerme bien, se consigue bloquear la segregación de grelina, la hormona que induce el sentido del hambre, mientras que por el contrario se garantiza la liberación de leptina, la hormona que reduce el apetito. 

Para que el sistema inmunitario sea más eficiente: 

Es sabido que, ante la presencia de una infección, el sueño tiende a aumentar, lo cual parece dirigido a potenciar el sistema inmunitario. Múltiples estudios han demostrado que un sujeto sometido a la vacunación (contra la gripe o contra la hepatitis), si duerme poco la noche anterior o la siguiente a la vacunación, desarrolla muchos menos anticuerpos con respecto a uno que ha dormido de manera regular.